martes, 19 de junio de 2012

LITERATURA QUECHUA CLASICA

 

 

INTRODUCCIÓN GENERAL A LA ENCICLOPEDIA HISTÓRICA DE LA LITERATURA PERUANA*

Amplitud de la literatura peruana


Don Erasmo Muñoz narró su vida, en 1963, a Jorge Carbajal, es­tudiante de Antropología. Esta biografía es un testimonio etnoló­gico pero dado el ritmo del relato, su agudeza, el gesto de Muñoz por contar al calor de la memoria y vivacidad que tiene para alam­bicar asuntos diversos, el resultado es casi una novela, casi una novela social. Este testimonio y otros parecidos son una variante de la novela autobiográfica y como tal merecen un capítulo amplio en cualquier informe sobre la literatura peruana. Pero más allá de es­tas consideraciones, llama más la atención el que don Erasmo Mu­ñoz sea un decimista cabal porque él conoce cientos de decimas y las recita con precisión, en el momento oportuno. Su vida, sus he­chos, sus observaciones, se acompañan con la cita en verso. Por ejemplo, hablando de su madre nos cuenta:

Al poco tiempo conoció a mi padre Manuel. Mi papa era casado y vivía en la hacienda Boza. Ya se sabe como eran antes los viejos. Re­cuerdo una décima de mi compadre Juan González que dice así:

Diez soles quisiera date,
Diez arios de plazo pido.
Diez pidieron la sentencia
Diez grillos he merecido.
                I
Una me dijo: "Embustero.
Dos veces me has engañado,
Tres veces me has ofertado.
Cuatro pesos en dinero".
 Yo le dije: "Cinco fueron,
Seis quisiera regalarte,
porque siete, al mismo instante
se completan ocho pesos".
Por nueve abrazos y un beso
Diez soles quisiera darte
               II
Una me dijo: "Queréis
Casarte con dos mujeres?"
Yo le dije: "Tres si quieres,
Con cuatro soy más feliz,
Porque cinco para mí
Son como seis huevos cocidos.
Yo con siete he dormido,
Con ocho estoy más breve.
Y para dormir con nueve
Diez años de plazo pido".
              III
Una me dijo: "¿Por qué
Dos engañaste conmigo
Yo dije: "Tres contigo,
Cuatro serán otra vez".
Cinco fueron donde el juez
Con seis mil en pertenencia,
Siete pidieron audiencia
Ocho que me encarcelarían,
Nueve que me fusilaran,
Diez pidieron la sentencia.
           IV
Una me dijo: "Traidor
Estas queriendo a dos manos"
Tres me dijeron: "Tirano
Con cuatro tienes amor".
Cinco dijeron: "Señor,
Con siete trata este bandido
Siete años lo he conocido
Ocho mujeres le he visto".
Por estos nueve delitos
Diez grillos  he merecido.

Después de conversar con unos estudiantes de agronomía que le habían enseñado varias experiencias sobre la agricultura nos di­ce que a él le gusta saber todas las decimas sobre las plantas pero que es "muy bruto para saberlas completas". Y acto seguido nos lanza una bella decima sobre verduras y frutas. . . y así, sucesiva­mente, don Erasmo Muñoz, nos da la impresión que toda su vida se enmarca en esta poética popular, que cada paso de su vida está relacionado con estos versos populares. Don Erasmo no compone décimas; simplemente recita las que oyó en reuniones varias, en competencias poéticas, en fiestas mil. Seguramente introduce va­riantes, como hacen todos los decimistas, y observa en sus hijos que unos no son tan atentos a la poesía pero otros sí pueden aprender una décima con solo oírla una o dos veces. Así, por ejem­plo, su hija Meche es una magnifica recitadora aunque su práctica se circunscribe a las reuniones familiares. Pues bien, la décima se recita en la costa del Perú, en el campo, donde hay más concentra­ción de raza negra. Buenos decimistas son los zañeros y los yanaco­nas de Aucallama y de los alrededores de Chancay, Huaral, Hua­cho. La décima ha pasado a Lima, a las salas de los Barrios Altos donde se reúnen los cantantes criollos y matizan los valses y pol­kas con decimas de ocasión, pero no son estos sus medios primigenios.

Sabemos que la décima vino con los conquistadores españoles y que tuvo siempre prosapia popular. Con el tiempo la décima pasó a ser propiedad de los negros peruanos y con ellos vivió y vive aún llena de rimas y de temas siempre de sabor popular.

Más profundo, más concentrado, con raíces antiquísimas, es el caso que se ilustra a través de la autobiografía de Gregorio Condo­ri Mamani, quechua monolingüe, analfabeto, antiguo pastor y después cargador en el Cuzco cuando los entrevistadores tomaron los datos de su vida. Gregorio Condori ha tenido su propia vida, rica y azarosa, marginada de la cultura occidental. Cada paso de su vida, cada meditación que hace de ella, cada temor o esperanza, esta íntimamente relacionado con los antiguos mitos quechuas, mitos que se modernizan, que se adaptan at mundo extraño occi­dental que es el que lo agrede, lo hunde, lo extraña. Las fuerzas de la naturaleza se personifican en sus hechos, los mitos y creencias han delineado su vida, le han dado sentido. El trabajo agrícola lo ve ahora como lo veían los antiguos peruanos, relacionado con las deidades de la tierra, como unidad comunal de familiares o de ami­gos de sangre, y en cuanto a su trabajo último, el de cargador, con­sidera que su espalda esta signada por la deidad que lo protege, dei­dad antigua que protegía a estos trabajadores. Por eso es un buen cargador y los que saben de estos secretos milenarios lo prefieren en el trabajo aun viejo como es. Pero la orfandad de ser cargador en el Cuzco, ciudad en mucho organizada de acuerdo con las re­glas y leyes occidentales, le trae una angustia que lo quiebra en su vida: esta angustia es la relacionada con su muerte. Teme morir en las calles del Cuzco, como huérfano en el mundo, y que sus huesos vayan a una fosa común sin los ritos propios de su antiguo mundo andino. Como en el caso de Erasmo, Condori vive inmerso en un mundo cultural, literario, que a cada paso va narrando, de tal ma­nera tejido que no puede separar su vida de los mitos clásicos. Hay en el una esperanza de volver al mundo anterior a los españoles y así adapta el extendido mito de inkarri a los puntos culminantes de la cultura occidental. Véase su interpretación de este mito ri­quísimo y viviente:

Túpac Amaru era de Tungasuca, paisano, hijo de Inkas, pero un día esos enemigos españoles lo mataron. Le habían sacado su lengua, sus ojos, desde la raíz. Así lo habían matado a Túpac Amaru sus con­trarios. Los contrarios de Túpac Amaru eran los mismos contrarios de nuestros abuelos, los Inkas. De Inkarrey, del tiempo de los abue­los, dicen esto:
Nuestro Dios había preguntado, caminando de pueblo en pueblo:
- ¿Que trabajo quieren que les de?
A lo que Inkarrey había contestado:
- Nosotros no queremos ninguno de sus trabajos. Este en nues­tras manos todo trabajo si queremos trabajar.
Así habían contestado:
- Nosotros hacemos caminar las piedras; con un solo hondazo construimos montañas y valles. No necesitamos nada, sabemos todo.
Bueno, este Dios había sido de dos caras y había ido donde el enemigo de nuestro antiguo abuelo Inka, a España, también a cami­nar de pueblo en pueblo. Y les había dicho:
-¿Que quieren? Las voy a dar trabajo. Pídanme. lo que quieran. Mientras el Inka le había despreciado, aquí, en el pueblo de Es­paña, todos eran ambiciosos y le habían pedido de todo:
- Queremos esto, aquello, —diciendo.
Por eso ahora, nosotros los runas, no sabemos hacer caminar las maquinas, los carros, esos aparatos que caminan por lo alto como pájaros: helicópteros, aviones. No sabemos hacer ninguno de esos apa­ratos, pero esos  españas son prácticos, saben de todo. Así un wiraqo­cha españa había inventado la luz solo mirando el agua, con unos vi­drios inventó la luz del foco; ahora mismo, esta luz es del agua de Calca.
Así, pues, el Inka, nuestro Inkarrey fue sobrado y no quiso traba­jo. Pero esos españas, pidieron todo tipo de trabajos, "queremos no­sotros", diciendo. Por eso ahora, ellos trabajan carros, maquinarias y ollas de fierro. Todo lo que nosotros no hacemos. Esto es porque a ellos, el propio Dios les dio esos trabajos y no como nosotros que despreciamos los dones de Dios.
Nosotros somos peruanos, indígenas, ellos eran Inka runas, pero somos sus hijos por eso también mataron esos españas a Túpac Ama­ru. Así como ahora hay monjas en el Convento de Santa Teresa y en San Pedro, así, dice había mujeres del Inka. Sacando a estas mujeres, estos españas se habían casado y ellas parieron sus hijos.
El Inka, cuando estos españas querían matarlo, había dicho:
No me maten.
Y les hacía dar choclos de oro a sus caballos.
Así les vamos a dar oro, pero no nos maten.
Bueno, ambicionado totalmente los españas habían matado a nues­tro inka. Los Inkas, no conocían papel escritura; cuando el taytacha quería darles papel, ellos rechazaron; porque se enviaban noticias no en papeles sino en hilos de vicuña; para malas noticias eran hilos ne­gros; para buenas noticias eran hilos blancos. Estos hilos eran como libros, pero los españas no querían que existiesen y le habían dado al Inka un papel:
- Este papel habla, —diciendo.
- ¿Donde está el que habla? Sonseras, quieren engañarme.
Y había botado el papel al suelo. El Inka no entendía de papeles.
¿Y cómo el papel iba a hablar si no sabía leer? Así se hizo matar nuestro Inka. Desde esa vez ha desaparecido Inkarrey. Los Inkas Huayna Ccapac, Inka Roca, eran sus tíos y el Inka Rumichaka era su hermano. A todos ellos había matado los españas.
Pero ahora yo digo:
Qué dirían los españas, cuando vuelva nuestro Inka? Así había sido la vida.

Pero hay diferencias con Erasmo. Este vive rodeado de literatura que va explicando su vida, que la va ilustrando, Gregorio Condori es parte del mundo mítico andino, o es todo él; él existe por los mitos; los mitos se explican por él. No hay en la historia peruana mayor vivencia que unifique vida con cultura. Y son cientos de mi­les, quizás millones, los peruanos que viven en esta situación, en que la literatura no es adorno ni acompañante de cultura sino vida misma. ¡Qué más riqueza que esta, que más vida o que más angus­tia! ¡Qué pálida se ve junto a ella la literatura social del siglo XX, el indigenismo castellano por ejemplo!

Así, en forma sectorizada, sea por región, idioma o grupo racial o social o por razón de educación, existe una variadísima y riquísima literatura peruana. Cada parte de ella, cada segmento, esta plenamente identificada con la historia, con la vida y los anhelos del grupo que la practica. Los quechuas peruanos mantienen una amplia expresión literaria; y también los aymaras; y la selva es tan prolífica en literatura como lo es en su vegetación. Y la Muliza en el centro andino, y los cantos mestizos en Contumazá, y la poe­sía obrera; cuentos de aparecidos en Cajamarca, las leyendas de la costa. Y en otro bloque, que es el que más conocemos por pre­juicios o por imposición, tenemos la literatura erudita o cultivada, la de la Universidad, la que se desprende de influencias europeas, que a su vez se subdivide en diferentes ámbitos: unos de escritores elitistas, difíciles; para entender a muchos de ellos hay que saber latín, inglés y francés o conocer mucho de la cultura occidental, europea; otros son más accesibles y se interesan en temas mas di­rectamente peruanos, y hay otros que, sin llegar a extremos europeizantes y sin ser localistas en extremo, se hacen mas comprensi­bles al lector medio peruano de habla castellana.

A través de la serie ENCICLOPEDIA HISTORICA DE LA LI­TERATURA PERUANA, ofrecemos un panorama de toda esta li­teratura, desde las épocas más remotas hasta el presente. Se en­contrará mas representatividad en lo que se ha considerado la lite­ratura culta escrita en castellano y esto se debe a que la otra, aun­que más rica y más pegada al pueblo peruano, esta recién en proce­so de estudio y de recopilación, En épocas futuras y con otras ideas de lo que pueda ser literatura peruana, el panorama será di­ferente.

Ámbito de la literatura peruana y propósito de este libro


Hasta donde tenemos noticias la primera literatura peruana que logra amplitud, desarrollo y coherencia es la literatura quechua. Bebió en las fuentes de otros pueblos y otros idiomas, absorbió sus temas y elaboró otros. Mucho de lo que conocemos de esta literatura pertenece a la época del Imperio Incaico, pero los mitos de Huarochirí que recogió el padre Ávila son mucho más antiguos. Las leyendas que explican la fundación del Cuzco incaico son en gran parte relaboración de leyendas anteriores y los pueblos que apenas fueron conquistados por los incas tenían sus historias aún más antiguas. Una historia muy antigua, por ejemplo, es la del gue­rrero Con que pertenece a los míticos orígenes de las culturas de la costa norte del Perú. Todos estos pueblos, además, desarrollaron sus cantos comunales de alegrías y tristezas, de cosechas y siem­bras, y también contaban cuentos que se compusieron para ense­ñar, para moralizar o para ser simplemente disfrutados; algunos cantos y cuentos, pocos, hacían referencias a situaciones particu­lares. Los Incas seleccionaron gran parte de esta literatura, la ci­mentaron, y agregaron la propia.

Toda esta literatura que fue hecha para la enseñanza de la histo­ria, para el trabajo, para las celebraciones de las fiestas o para el puro entretenimiento, sufrió un colapso con la llegada de los españo­les. Los vencedores intentaron destruir todo vestigio de cultura in­dia. Impusieron nuevos patrones de cultura, nueva religión, nuevo idioma. El pueblo indio, sin embargo, logró sobrevivir. Desapare­cieron algunos aspectos de su literatura, la historia oficial por ejemplo, pero los pueblos siguieron cantando sus himnos a las co­sechas, al amor y, muy a ocultas, por unas décadas más, cantaron sus oraciones religiosas. Los misioneros españoles comprendieron que la conquista sería mas eficiente si aprendiesen los idiomas de los conquistados y sus tradiciones literarias, y estudiaron sus idiomas, captaron muchas de sus bellezas y compusieron poemas religiosos católicos con los que hacían mejores conversiones, pronunciaron sermones en quechua y escribieron teatro, también en quechua, como parte de la propaganda cristiana. Y esta literaturase escribió. Durante la Colonia, entonces, el quechua logra un alfabeto, se sistematiza su gramática y se amplían sus temas, sus contenidos.

Años después de la conquista se empieza a recoger lo que que­daba de la antigua literatura. Esta labor la hacen los cronistas cas­tellanos y mucho de lo que recogen quedará solamente en castella­no. Los indios comunes, los quipucamayos, los haravicos, contaron o cantaron en su idioma y los traductores tradujeron. El resultado tuvo bastante del alma antigua pero mucho fue adaptado y tergi­versado, y también se multiplicaron las historias, con los nuevos personajes y con nuevos temas traídos de España A fines de la Colonia la literatura quechua se va marginando y más se margina aun en la República. No hay interés político o social en mantener el quechua. Pierde el valor que tuvo en la Colonia. Pero sobrevive en sus formal más populares, en las comunidades campesinas de los Andes, sobrevive en los huaynos, en los yaravíes, en las narraciones que cada vez se mezclan más con las narraciones occidentales; tam­bién se canta el poema bilingüe, versos quechuas con versos cas­tellanos. A mediados del siglo XX el quechua cobra un extraño vi­gor. Aparecen poetas cultos que escriben en quechua, inspirados en antiguas tradiciones líricas. Es cierta que esta poesía no es leída por el pueblo quechua pero impacta en reducidos círculos y si­multáneamente los estudiosos de las universidades hurgan en el pueblo y en las bibliotecas y la literatura quechua se enriquece con nuevos hallazgos, con nuevas tradiciones, con nuevos temas.

Ahora felizmente gran parte del pueblo indio continúa expre­sándose en su propia legítima literatura. Por un lado se mantienen los cuentos y canciones que se trasmiten de generación en genera­ción y por otro se componen nuevos cantos con nuevos temas que la Conquista y la Colonia o la República han creado. La poesía lírica es triste. La Conquista trajo tristezas, desarraigos, y estos se cantan. Se crean nuevos mitos y se readaptan otros como el de in­karrí, que son esperanzas de redención.

Esta es, pues, nuestra primera literatura peruana y sigue viva. Han desaparecido las literaturas de otros antiguos idiomas pero algo hay de la literatura aymara y recientemente se está al rescate de la literatura de los aborígenes de la selva peruana.

En 1531 llegaron los españoles y trajeron sus ambiciones, su cul­tura y su idioma. El castellano fue activísimo en su crecimiento unido a las necesidades de la Conquista y de la Colonia. Se escribieron crónicas sobre los hechos del Descubrimiento y Conquista, sobre las guerras civiles entre los españoles y sobre los aspectos más variados de la Colonia. La mayor parte de estas crónicas se escribieron en el Perú, muchas en España, pero el lector que se tomaba en cuenta era el de la península, el de Europa. Pocos pensaron que en el Perú había lectores que considerar. Hubo también poesía culta —y muy culta, muy al día con lo que se escribía en Europa pero el propósito de los poetas era parangonarse con los escritores españoles, con los europeos. Se hizo evidente la imitación, fenómeno que hasta ahora nos persigue. A veces nuestro paisaje daba un matiz, nuestra historia daba un color, pero en gran parte los temas de la poesía eran ajenos al Perú. Los escritores a su vez eran españoles afincados en el Perú, o que habían estado solo una corta temporada en América. Algunos, incluso, escribían sobre el Perú sin haber estado jamás en él. Pero conforme pasó el tiempo los españoles se tiñeron del color de la tierra. Aumentaron los criollos. Con mil problemas los mestizos empezaron a existir en la vida cultural. A través de la religión cristiana cada vez más extendida, y de la sociedad española, cada vez más numerosa y más criolla, los temas europeos de la literatura se fueron americanizando, tomando los hechos locales, y aun comprobándose que en la Colonia había un público receptor. El teatro, que es lo que más requiere de un público inmediato, tuvo una temprana, entusiasta y larga existencia. Y nacieron los certámenes literarios que, aunque se organizaban para alabar a los españoles, se aplaudían en Lima y en toda ciudad que se respetase. Y nació y creció la sátira, y nació y creció el periodismo. La sátira y el periodismo habían tenido su nacimiento lejano en las coplas y romances de carácter popular, que fueron los primeros géneros en nacionalizarse peruanos, por sus temas locales, por sus referencias a los gobernantes. Esa línea ascendente de la incorporación, en una unidad, de lo peruano en los temas, en los autores y el público, culmina con el Mercurio Peruano, en 1791, justamente el gran peldaño hacia la República.

Pero lo característico de la literatura castellana en la Colonia fue lo religioso: poemas a los cantos, sus vidas, sermones, crónicas de convento, autos sacramentales. La literatura castellana en la Colonia fue, pues, progresivamente aumentando en cantidad de lectores y en cantidad de autores. La Universidad de San Marcos y la implantación de la imprenta, desde muy temprano, ayudaron a crear una base de nacionalización de la cultura invasora.

Conviene anotar ciertos problemas relacionados con la literatura peruana que pueden influir en su comprensión. Uno es la relación que existe entre un determinado autor y el público que lo lee. Muchos escritores, por diversas razones, fueron poco leídos por los peruanos. En la Colonia se escribía principalmente para España lo cual no permitía hacerse una tradición de lectores. Aparte, muchos escritores fueron leídos por círculos muy reducidos, por falta de divulgación local o por razones económicas. Otros no fueron leídos en su oportunidad y por lo tanto no influyeron en el proceso de la literatura peruana. Por ejemplo, Pablo de Olavide ha sido recientemente publicado como narrador y como dramaturgo pero estas últimas obras no se leen ahora, y nada influyeron en el proceso peruano; en cambio Felipe Guamán Poma de Ayala, escritor de la Colonia, ha empezado a conocerse en los últimos 20 años y, a pesar de este largo paréntesis, es enorme su influencia en todo el proceso cultural del Perú de nuestros días. ¡Cómo hubiera influido de haberse publicado en 1618 y de haber circulado en el Perú! Las diferencias de clases sociales influyen también en el proceso de selección de lecturas. Los escritores que se acercan con simpatía a las clases populares no son siempre apreciados por los que justamente están en mejores condiciones económicas para adquirir lo que se publica. Esta separación se nota, por ejemplo, en el hecho de que existe una poesía popular que se recita en concentraciones masivas y que no llega a la imprenta. La narrativa y la poesía oral tienen, como hemos vista, sus propios narradores y sus propios oyentes. Estos problemas y otros similares hacen difícil la homogeneidad y continuidad en la literatura peruana.

La amplitud y fracturación geográfica del Perú en su historia también tiene mucho que ver con su literatura. La amplitud del Imperio Incaico incluyó variedades de lenguas y tradiciones literarias; en la Colonia este imperio geográfico creció aún más y eran peruanos los que nacían en Ecuador y Bolivia y en gran parte de otros países de nuestra América; y había cierta unidad que con el advenimiento de la República se cortó. ¡Qué artificial nos resulta, por ejemplo, estudiar separadamente la literatura quechua o aymara de Perú y Bolivia si son de una misma raíz y una misma continuidad! Olmedo nació en Ecuador cuando ese país era uno solo con el nuestro y se educó aquí y allá, y escribió sobre nuestra historia peruana o americana. Y volviendo a la Colonia, los peruanos eran, en teoría por lo menos, hijos de España, y los españoles afincados en el Perú —aun los que habían vivido pocos años en nuestras tierras— eran peruanos y españoles; por esta razón muchos de los escritores de la Colonia que consideramos dentro de nuestra tradición, nacieron en España. De hecho, a los nacidos o afincados en el Perú se les llamaba "españoles americanos" como consta en el importantísimo documento separatista de Viscardo y Guzmán. Durante la República, el Perú se redujo geográficamente y así también se redujo el ámbito de su literatura.

Por otro lado, varios peruanos se han expresado en idiomas muy ajenos al que ya es nuestro. Cesar Moro ha escrito su poesía mas representativa en francés y Francisco García Calderón publicó en este idioma diversos ensayos sobre el Perú y América; su hermano Ventura García Calderón escribió y publicó igualmente en francés sus mejores cuentos que después también escribió en castellano. Carlos Castañeda, que escribe en inglés sobre brujerías y drogas, es un autor de gran éxito en Estados Unidos. A pesar de ser bilingües los peruanos en algunas regiones, o monolingües del quechua, aymara u otro idioma aborigen, es el castellano el idioma que más objetivamente nos representa y nos unifica. Es nuestro idioma, nuestro idioma oficial, y nuestra cultura es en gran parte la importada a través de España pero con raíces en nuestra tierra y en nuestra historia y en la cultura de los hombres que la habitaron antes y con problemas en algo distintos a los que se expresaron durante la Colonia. En parte, por lo menos, somos dueños de nuestro destino y en constante lucha por una mayor unificación.

La literatura peruana hereda de la Colonia los modelos europeos —modas, géneros, temas— a veces ciegamente pero persevera en lo nacional. El Perú todo busca su identidad cultural tan difícil de aprehender pues seguimos divididos en razas, en idiomas, en diversas zonas geográficas, en segmentos históricos, en clases sociales, todo ahondado por fuerzas extrañas, por extrañas influencias. En este mundo tan heterogéneo, sin embargo, la literatura peruana se extiende y se unifica. Empieza ahora a apreciarse la literatura popular, oral; la literatura quechua sigue activa; hay ya una novelística del mundo negro peruano; el indigenismo ha cobrado nuevos bríos. Nos expresamos en un castellano bastante personal, rico y diverso, y no estamos alejados de lo que pasa en otros mundos. En el siglo XX se da plenamente el caso del escritor universal y peruano lo que en épocas pasadas se daba en casos aislados. A muchos se les estudia y traduce fuera del Perú, y muy recientemente contamos también con los críticos y estudiosos que saben interpretar lo nuestro sin depender de prejuicios de critica europeos.

La serie ENCICLOPEDIA HISTORICA DE LA LITERATURA PERUANA abarcará varios tomos a través de los cuales se intenta mostrar este proceso a todo aquel que no sea especialista en literatura peruana. Para cumplir nuestro propósito partimos de una selección básica, representativa de la obra de los diversos autores, conocidos o hasta ahora relativamente anónimos, que son importantes por su calidad o por lo que represen tan dentro de este proceso; los ordenamos por épocas y géneros y los presentamos, cuando es posible, con breves datos biográficos y con informes sobre su labor literaria, sus temas y la explicación de su importancia dentro de su generación, género, estilo o época. Las épocas siguen el orden cronológico que es el que nos parece mas claro, y en cada época ponemos introducciones generales que intentan hacer coherente el trabajo total. Pero a veces se rompe en algo este orden cronológico en favor del orden temático, de grupo o de estilo. Lo normal de un autor que se distingue en varios géneros es que sea estudiado en diversos capítulos; así el Lunarejo es visto, por un lado como orador y por otro como teórico y representante del gongorismo, y como dramaturgo aparece tanto en el capítulo dedicado at teatro quechua como en el que se refiere al teatro castellano colonial; pero otras veces, cuando el variado y versátil autor abarca con especial resonancia una determinada época, ha sido mas conveniente tratarlo en forma unitaria en un solo capítulo; entre otros, este es el caso de Ricardo Palma, nuestro mas grande romántico, y de Manuel González Prada, nuestro mayor critico de la realidad peruana.

En textos de la Colonia y en algunos de la República se ha modernizado en algo la ortografía, lo suficiente para hacerla legible pero respetando el tono, el estilo. Por las referencias que se dan, el lector puede deducir la fuente que sirve a la selección. En algunos nombres se encontrará ortografía vacilante; diversos cronistas y di- versos compiladores escriben los nombres indios en diversas formas —Atahualpa, Atabalipa, Atabaliba, es un ejemplo— y esta situación también se encuentra en algunos nombres castellanos. Los títulos de las selecciones corresponden en muchos casos al autor de este trabajo; así se ha especificado con mayor claridad el contenido de la selección.

El lector debe ser activo, critico; debe hacerse su propia opinión. Los ejemplos que ilustran a los autores deben ser contrastados con las opiniones que se exponen en las introducciones o en las lecturas complementarias. Se ofrece, además, cada vez que es pertinente, una orientación bibliográfica para que el lector pueda ampliar sus lecturas. En el último tomo se encontrara una bibliografía selectiva que complementará la orientación que se da en los diversos capítulos.

En varias secciones dedicadas a la literatura quechua hemos indicado ejemplos de la creativa aymara que, en general, sigue vicisitudes históricas similares a la literatura quechua.
Hay limitaciones por cierto; la primera es la escasez de estudios básicos en ciertas áreas o sobre ciertos autores. Otra es la dificultad que existe en nuestro medio para obtener la bibliografía pertinente. A esto agréguense las limitaciones personales. Por estas razones nos hemos aprovechado de diversos estudios y de diversas antologías, y muy ampliamente de la generosidad de los que se han hecho autoridades en diferentes áreas. Todos estos autores y otros que han ayudado con sus sugerencias serán oportunamente reconocidos.

Fuentes para el estudio de la literatura peruana.


El estudio de la literatura hispanoamericana ha sufrido prejuicios, postergaciones y marginaciones que han demorado su valoración y conocimiento. Como parte de la historia de la literatura española, ocupó siempre referencias minúsculas o capítulos finales en textos que por lo demás sufrían desacertadas generalizaciones bajo el nombre de literatura hispanoamericana. En ciertas naciones, como Argentina o México, se estudió la historia de la literatura hispanoamericana general pero se ampliaba o subrayaba el desarrollo histórico de esos países y se minimizaba, muchas veces por desconocimiento, la historia literaria de las otras naciones. En culturas de otros idiomas también se ha estudiado nuestra literatura y con bastante entusiasmo pero sus puntos de vista no satisfacen los nuestros y si bien no debemos desestimar esos trabajos, preferimos seguir en la búsqueda de nuestra historia según nuestros propios estudiosos.

Por otra parte ha sido lento y tardío el inicio del estudio de la literatura peruana en nuestro país. En 1866 se incluyó en la Facultad de Letras de la Universidad de San Marcos un curso de Literatura Peruana que desapareció después de la guerra con Chile. Con la Reforma Universitaria de 1919 se restauró este curso que se dictó recién desde 1924 pero como parte de la cátedra de Literatura Americana. Luis A. Sánchez fue el principal propulsor de esta cátedra que se incrementaba con sus libros que empezaron a publicarse en 1924. En 1946, siempre en la Universidad de San Marcos, la Literatura General Peruana se separa como curso autónomo y se complementa con seminarios y cursos monográficos. Desde entonces estos estudios se han ampliado en la cátedra tanto en San Marcos como en la Universidad Católica. En San Marcos, actualmente, se dictan cada año más de 20 cursos diferentes, incluyendo seminarios, sobre temas panorámicos o especializados de nuestra literatura.

Sobre la literatura peruana hay pocos estudios de conjunto; en cambio existen numerosos estudios sobre una época, escuela, autor o grupo de autores. El primero en ordenar seriamente la historia de la literatura peruana fue José de la Riva Agüero, en 1905, con una tesis que después publicó, Carácter de la Literatura del Perú Independiente. Riva Agüero teorizó sobre el carácter de los peruanos y de su literatura y dio consejos sobre cómo debía desarrollarse la literatura peruana en el futuro. Deprime leer sus análisis y conclusiones. La literatura peruana es desde la conquista "castellana provincial". Es española "en el sentido de que el espíritu que la anima y los sentimientos que descubre, son y han sido, si no siempre, casi siempre los de la raza y la civilización de España". Es, además, incipiente, sin obras definitivas, y esto así porque no tenemos un ideal o una manera especial de considerar la vida. Un agravante es que la raza española trasplantada al Perú degeneró en criollismo. El criollismo y la mezcla de razas solo han producido "hombres indolentes y blandos". Su estudio, producto de su actividad aristocrática y racista, deja en el lector un sabor enfermizo. Pese a todo esto no es un crítico desdeñable. En otros estudios hace aportaciones valiosas al proceso de la literatura, principalmente en lo colonial. Comprende a los poetas religiosos y a los cronistas de convento, y es importante su estudio sobre Garcilaso. Fue Riva Agüero un defensor acucioso del Inca cuando éste había sido acusado de plagiario.

La tesis pesimista de Riva Agüero es, en parte, superada con la contribución de José Gálvez, justamente en otra tesis universitaria, escrita en 1915 y presentada también en la Universidad de San Marcos, Posibilidad de una genuina Literatura Nacional. Con excepción de Garcilaso y Caviedes, Gálvez considera que los escritores coloniales no tuvieron ni la comprensión ni el sentimiento del medio. La literatura colonial no fue, entonces, independiente. Pero Melgar sí fue un espíritu emancipado que dio una nueva dirección a la literatura peruana. Poco después, Felipe Pardo y Manuel Ascencio Segura hacen literatura nacional, uno criticando las costumbres nuestras, otros copiándolas; y el sentimiento de la naturaleza tiene su precursor en Juan de Arona, y en Ricardo Palma encuentra la sátira criolla, el sentimiento histórico y el sentido de la naturaleza; para José Gálvez es Ricardo Palma el representante más genuino de la literatura nacional. En páginas siguientes analiza las razones que han impedido un mayor desarrollo de nuestra literatura y busca los elementos que les puedan dar mayor fuerza.

Afirma que en el Perú no hay suficiente madurez para las floraciones superiores del espíritu, y que sufrimos, además, de un débil sentimiento de nacionalidad y de falta de conciencia colectiva y de orgullo nacional. Para vencer estas debilidades, la literatura peruana debe remozarse con los temas nacionales; se debe aprovechar del criollismo, no desdeñar las corrientes europeas, pero debe avanzarse hasta la raíz histórica del legado indígena. La literatura peruana debe ser el fruto del medio y de la historia; y con ellos se debe explotar el “apostolado cívico”. Con todos estos elementos hay bases para una genuina literatura nacional.

José Carlos Mariátegui es el gran ensayista de la literatura peruana, aún vigente en sus aportaciones. En su proceso de la literatura peruana, incluido en los 7 ensayos, 1928, enjuicia nuestra literatura con criterio socialista, marxista, como producto de nuestra historia dependiente y en proceso de independencia. Para Mariátegui la literatura peruana pasa por tres períodos: el colonial, el cosmopolita y el nacional. Así, la literatura colonial no es peruana pues fue concebida "con espíritu y sentimiento españoles". A este marco colonial pone dos excepciones, tomadas del ensayo de José Gálvez, Garcilaso y Caviedes; el primero porque en él se dan dos culturas, la española y la india; el segundo, por ser el precursor de una línea de literatura nacional, como la de Segura, por ejemplo. Después de la fundación de la República, nuestra literatura sigue siendo española, colonial. Chocano es su mejor ejemplo de poeta colonial. El segundo periodo, el cosmopolita, es el de asimilación de diversas influencias extranjeras en la literatura. González Prada es "el precursor de la transición del periodo colonial al periodo cosmopolita". Fue González Prada un instante lúcido de la conciencia peruana; esta en contacto con literaturas europeas pero adherido a la vida nacional. Valdelomar y Eguren son vistos con similar perspectiva. La literatura nacional se da con Mariano Melgar por ser el primero en expresar el sentimiento indígena y, definitivamente, es el indigenismo el que liquida el colonialismo en la literatura. Y este se inicia con Los Heraldos Negros, 1918, de César Vallejo. La nota india de Vallejo condensa el dolor del pueblo y la raza peruanos. El indigenismo, que después se amplía con López Albújar y Luis E. Valcárcel, expresa "un estado de conciencia del Perú Nuevo". El esquema de Mariátegui no se ve tan preciso ahora ni consideramos justo el mayor o menor espacio que dedica a ciertos autores pero él ha dado base ideológica para la renovación de los estudios literarios. Y paralelamente su revista Amauta impulsó lo mejor de la literatura peruana en su tiempo.

Desde 1928 Luis Alberto Sánchez ha estado escribiendo sobre el proceso de la literatura peruana pero su interés por estos estudios se inició mucho antes. Su primer trabajo sobre los poetas de la Colonia data de 1919. Desde entonces Sánchez ha sido el mas prolífico y el más fiel de los críticos, el mas polémico y parcial. Su principal libro sin duda es La Literatura Peruana subtitulada "Derrotero para una Historia Cultural del Perú", ahora en su 5ta edición Su intención, como el mismo explica, es estudiar la literatura peruana como creación individual y como producto del medio histórico social. Dice "estimo llenar mas cumplidamente mi objetivo al establecer una especie de permanente complementación entre la literatura en sí, como arte, y su inspiración social". Siguiendo los lineamientos positivistas del crítico Taine, Sánchez expone la geografía, el clima y la raza del Perú para mostrar como estos influyen en el hombre y en su literatura. La historia que va dando en cada capítulo y en cada escritor es básica para entender el producto literario. Biografía, circunstancia y estilo explican al escritor. Sánchez abarca toda la literatura peruana y lo hace con erudición y cultura, y con amenidad. Pero él también es político. Y a menudo minimiza a los escritores de avanzada, en especial los que más influyen en el proceso presente de nuestra historia. Minimiza, por ejemplo, el valor político de Mariátegui, de Vallejo o de Heraud y exalta el trabajo literario de algunos de sus partidarios políticos. Esto se hace notorio puesto que su propósito general es relacionar la historia política con la historia literaria.

Pocos libros más intentan darnos panoramas generales. Enjundioso, elegante y acertado es El sentido tradicional de la Literatura Peruana de Porras Barrenechea. Carlos Miró Quesada Laos tiene también un aporte general, Rumbo Literario del Perú. Tauro en sus Elementos de Literatura Peruana presenta una apretada relación de nuestro proceso literario con apropiados textos antológicos. El libro de Jorge Puccinelli sobre literatura peruana para la enseñanza secundaria en verdad tiene mucho más amplitud que la prometida. Recientemente Washington Delgado ha publicado una Historia de la Literatura Republicana que subtitula "Nuevo carácter de la Literatura en el Perú independiente"; tiene Delgado importantes apreciaciones teóricas sobre el proceso general de la literatura peruana. Y muy recientemente Hueso Húmero ha publicado dos textos de debate, uno referido a la crítica y otro a la creación. Los que debaten son críticos y creadores y en verdad ponen al día el proceso de la literatura peruana. Sánchez tiene también dos libros breves que reproducen dos ciclos de conferencias dictadas sobre la literatura peruana. Son, en cierto modo, dos resúmenes de los puntos de vista expresados en su Literatura Peruana.

Finalmente tenemos el libro de Literatura Peruana de Augusto Tamayo Vargas que está en su tercera edición. Menos amplio que el de Sánchez pero bastante completo. Tamayo sigue los lineamientos teóricos de aquel pero sin cargas eruditas ni exaltación política. Es un libro panorámico muy útil si se quiere tener una idea general de todo el proceso de la literatura peruana. Sus notas bibliográficas van dando, a su vez, la posibilidad de ampliar los estudios sobre cada autor o cada etapa. Sienten los críticos que falta una historia panorámica de la literatura peruana como producto de la lucha de clases. Los intentos de Miguel Gutiérrez, muy generales todavía, apuntan en esa dirección.

Existen muchos otros estudios que abarcan diferentes etapas, géneros o autores de la literatura peruana. Ellos serán mencionados en las secciones respectivas.
Ahora bien, ¿dónde encontrar los autores que debemos leer para verdaderamente comprender todo el proceso de la literatura peruana? Hay antologías generales de la literatura peruana y hay antologías por género y por épocas. Cada una de ellas, por supuesto, está sujeta al gusto y punto de vista del antólogo. Hay compañías editoras que están procurando publicar todos los libros básicos de la literatura peruana. Hay libros y revistas que informan sobre lo que se ha publicado en el Perú, o sobre el Perú, desde la Colonia hasta el presente. Uno de los libros más antiguos es del cronista Antonio León Pinelo, Epítome a la Biblioteca Oriental y Occidental, Náutica y geográfica publicado en Madrid en 1629. Es el primer repertorio que trata de obras sobre el Nuevo Mundo, en especial la parte signada con la palabra “occidental” que abarca las relativas a América. En 1737 fue notablemente revisado y mejorado por Gonzáles de Barcia y este ha sido fuente de consulta de todos los estudiosos posteriores. En 1874 José Toribio Medina inició el estudio de la bibliografía peruana y americana que culminó con la Imprenta de Lima (1584-1810) publicado en Santiago, entre 1904 y 1907, y la Biblioteca Hispano Americana (1493-1810). El primer libro describe lo que se publicó en Lima entre 1584, fecha que salió el primer libro de la imprenta de Lima, y 1824, año de la batalla de Ayacucho. Entre 1875 y 1877 el prócer peruano Manuel de Odriozola publicó su Colección de Documentos Literarios y sus Documentos Históricos. En la Colección presenta poesías épicas y satíricas; crónicas; pensamientos políticos. Para el estudioso actual lo más importante de su Colección es la primera edición de El Diente del Parnaso de Caviedes, además de otras poesías del mismo autor; y las poesías y escritos de José Joaquín de Larriva. Hay también una Biblioteca Peruana del boliviano Gabriel René Moreno que se publicó en Santiago en 1896 y 1897.

Esta básica información de publicaciones peruanas ha sido puesta al día por el erudito Rubén Vargas Ugarte en sus volúmenes bajo el título general de Impresos Peruanos. Este estudio bibliográfico comienza con la publicada en 1584, desde el establecimiento de la imprenta en el Perú, hasta 1829; su plan es más completo que el de Medina. La Biblioteca Nacional y la Biblioteca de San Marcos han lanzado boletines que informan sobre publicaciones más recientes. Estas son fuentes para el erudito que además debe estar al tanto de las numerosas revistas que constantemente se han publicado en el Perú.
Entre las antologías hay algunas notables. La más importante es la Biblioteca de Cultura Peruana publicada por encargo del gobierno en 1938. Ventura García Calderón tuvo la dirección general de los 13 tomos que abarcan desde la literatura quechua hasta Chocano. El de literatura quechua, preparado por Jorge Basadre, hizo renacer el entusiasmo por el estudio de nuestra literatura quechua, clásica y moderna. 5 tomos se refieren a la literatura colonial y constituyen el panorama antológico más seguro sobre esa época. Los restantes volúmenes antologan la literatura de la República y son bastante discutibles en su selección. El mismo Ventura García Calderón tiene una antología Del Romanticismo al Modernismo que fue útil en su época. Alberto Escobar ha hecho buenas antologías sobre la narrativa y poesía peruana y Porras tiene una magnífica selección de cronistas. Hay también diferentes antologías sobre diferentes épocas o grupos de escritores. Paralelamente existen innumerables antologías regionales. Ángeles Caballero está trabajando sobre la literatura de diferentes departamentos del Perú. Y algo hay sobre literatura popular. En listado aparte mencionaremos las principales antologías que existen sobre nuestra literatura.

LITERATURA QUECHUA CLÁSICA


Mi particular entusiasmo por la
literatura quechua le debe mucho a
las conversaciones sostenidas con
José María Arguedas, allá por los
años de La Molina. Sobre todo a
sus consejos de amigo y de conocedor.
Toda revalorización del pueblo
quechua está siempre teñida por su
Luz viva y generosa.

La literatura peruana es la que ha sido expresada por todo el pueblo peruano, en forma oral o escrita. Esta literatura expresa anhelos, temores, tristezas; la imaginación, la interpretación de los fenómenos y de la historia; las burlas, las quejas y la crítica; en fin todo aquello que es inventar, describir o interpretar al mundo que rodea al hombre.
La literatura peruana —del amplio pueblo peruano— abarca siglos y se desarrolla en un territorio que ha variado en extensión según se refiera a la época precolonial, colonial o republicana. Y se ha expresado en diversos idiomas si bien en los últimos 200 ó 300 años es notorio el predominio cada vez mayor del castellano.

Cuando llegaron los españoles a Cajamarca, en 1531, el Perú no tenía un nombre indio unitario que lo designase claramente. Estaba compuesto de diversos pueblos y de diversos idiomas. El centro cultural y político de los últimos años había sido el Cuzco pero con la derrota de Huáscar se acababa de perder el control de los cuatro suyos o regiones que Huayna Cápac había dejado más o menos conquistados. El poder se desplazaba sobre el norte en alianza con la costa. Todos estos pueblos tengan su poesía —mayoritariamente popular— sus rezos, sus mitos, sus leyendas y fábulas; su historia (sus historias) que los curacas o príncipes iban haciendo pulir, agregando nuevos mitos, "olvidando" episodios inconvenientes, en fin, purificándola para la buena enseñanza de los Príncipes futuros y del pueblo.

El idioma que hablaba la mayoría de los peruanos de esa época era el Runa-Simi que ahora conocemos como el quechua chinchay, es decir, el quechua de los Chinchas, que se había impuesto en el mundo andino y se había oficializado gracias a la influencia y poder del Imperio Cuzqueño que había decidido utilizarlo como idioma oficial y general. Era un idioma rico y que lo hablaban los curacas y señores principales, y los mercaderes, desde el Ecuador y el sur de Colombia hasta el centro de Chile, el N. O. de Argentina y las orillas del Amazonas; y en grandes extensiones de la costa central y costa sur lo hablaba la gente común. Este idioma, en vías de expansión y asentamiento, estaba desplazando al aymara en el Collao, idioma que aún era muy extendido; a su vez el aymara había desplazado al puquina de la antigua cultura Tiahuanaco (siglos VI y VII); cuando llegaron los españoles aún se hablaba el puquina, y en Lambayeque se hablaba el mochica. Los 12 o más millones de peruanos de 1531 (2/3 partes de ellos vivían en los andes) hablaban, pues, diferentes idiomas si bien el quechua chinchay se expandía poderosamente, quedan restos de toda esa literatura, más en quechua que aymara; poco en puquina y posiblemente nada del mochica aunque rezagos de la cultura literaria de estos dos últimos idiomas se pueden encontrar en las leyendas e historias de algunos cronistas, pero desgraciadamente en traducciones al castellano, traducciones que no siempre han sido fieles.

Los cronistas han sido los principales depositarios de la literatura prehispánica. Los primeros años de la conquista fueron de destrucción y los cronistas primeros se preocuparon poco de la historia y cultura peruanas; los segundos cronistas recogieron datos históricos de los quipucamayos y de otros narradores; o escribieron de las fiestas y bailes que se permitían los indios bajo el ojo crítico del español; hubo, en un tercer momento, cronistas indios, mestizos, criollos y españoles, que se preocuparon por recoger, ya en forma organizada, los restos de la literatura que en un primer momento los conquistadores habían ignorado. De estos cronistas podemos sacar ejemplos varios, algunos en castellano solamente, otros en quechua o aymara. Pero no siempre podemos garantizar la pureza de esos ejemplos; muchos tienen ya la intromisión de la cultura española, la incomprensión del oyente o la mala traducción. En especial los cronistas religiosos recogen himnos que son parecidos a los rezos católicos, y recogen leyendas en las que sospechosamente se avisoran historias bíblicas. Cristóbal de Molina, el cronista párroco cuzqueño, por ejemplo, tiene un libro importantísimo, Fábulas y Ritos de los Incas. Este, libro debió redactarse por 1575 -el párroco vivió entre 1529 y 1585- y es producto de un genuino interés por recuperar, lo que quedaba de cierto aspecto de la poesía y de la fabulosa historiografía quechua, pero el interés religioso cristiano hizo carne en lo que iba redactando. Incluso un cronista tan indio como Felipe Guamán Poma de Ayala (1567-1615), y que domina más de un idioma del  antiguo Perú, no deja de incluir imágenes españolas y puntos de  la religión católica en algunas de sus transcripciones. Lo que queda de la poesía quechua prehispánica debe verse entonces con cierta cautela. Para este trabajo hemos escogido los ejemplos que nos parecen auténticos o más puros siguiendo los consejos de algunos quechuistas consultados o leídos. Para muchos, los textos de la poesía popular quechua, que provienen del folklore, tienen sabor de clara autenticidad. La poesía folklórica ha sobrevivido algunos siglos y se canta aún en ayllus escondidos. Varios quechuistas han recogido numerosas muestras de esta poesía.

La prosa -o lo que consideramos prosa- nos ha llegado con menos ventura. Casi nada de lo antiguo se transcribió en el idioma original. Quipucamayocs de diversas regiones dieron a los cronistas sus mitos y leyendas, su historia, y ésta es poesía épica, de los grandes héroes divinos, de semidioses, de humanos extraordinarios. Los cantos históricos –insisten los cronistas y también los estudiosos de la poesía quechua- se hacían en versos que a los primeros españoles les parecían romances o villancicos. Estos himnos, epopeyas y hazañas, se guardaban en la memoria con la ayuda de los quipus y sufrían los cambios que dictaban las circunstancias políticas. Juan de Betanzos, cronista español muy unido a lo que quedaba de la nobleza inca, describe maravillosamente una fiesta presidida por Inca Yupanqui en presencia de jefes de los alrededores del Cuzco, subyugados pero considerados aliados y colaboradores en la edificación de la ciudad; los cantares de esta celebración son épicos y de indudable enseñanza de la historia para lograr respeto y sumisión ante la suprema autoridad:
E otro día de mañana fue traída mucha juncia y echada por toda la
Plaza e traídos muchos ramos que hincaron en ella, de los cuales ramos
 fueron colgados muchas flores e muchos pájaros vivos; e ansí,
los señores del Cuzco, salieron muy bien vestidos de las ropas que
ellos más preciadas tenían, y el Inca juntamente con ellos; e ansí
mismo vinieron los caciques, los cuales traían los vestidos que el Inca
les diera.
E luego fueron sacados allí a la plaza mucha y muy gran cantidad
de cántaros de chicha; y luego vinieron las señoras, ansí las mujeres
del Inca como las demás principales, las cuales sacaron muchos y diversos
manjares; e luego se sentaron a comer todos, e después de haber comido,
comenzaron a beber, e después de haber bebido, el Inca mandó sacar
cuatro atambores de oro, e siendo allí en plaza, mandáronlos poner a
trecho en ella, e luego se asieron de las manos todos ellos,
tanto a una parte como a otra, e tocando los atambores,
que ansi en medio estaban, empezaron a cantar todos juntos,
comenzando este cantar las señoras-mujeres que detrás de ellos estaban;
en el cual cantar decían y declaraban la venida que Uscovilca
había venido sobre ellos, e la salida de Viracocha [e como] Inca
Yupanqui le había preso e muerto, diciendo que el Sol le había
dado favor para ello, como a su hijo; e como después ansimesmo
había desbaratado y preso y muerto a los capitanes que ansí hablan echo
 la junta postrera. E después de este canto, dando loores y gracias al
Sol e ansimesmo a Inca Yupanqui, saludándole como a hijo del Sol,
se tornaron a sentar. E ansimesmo comenzaron a beber la chicha que
allí tenían, que según ellos dicen había muy mucha, y en muy gran
cantidad. E luego les fue traida allí mucha coca e repartida entre todos
ellos; y esto así hecho, se tornaron a levantarse e hicieron ansimismo
como habéis oído, un canto y baile".

Estos cantos históricos se iban haciendo conforme los hechos y se completaban y depuraban con la muerte del Inca. Los cronistas recogieron estos cantos en castellano y en prosa sufriendo el tamiz que daba el interés del historiador español o del mismo recitador inca. Garcilaso oyó de sus parientes las antiguas leyendas incaicas pero no en forma de cantos sino a la manera como los abuelos narran a los niños sus propias experiencias. Conservan, sin embargo, innegable pureza. Algo diferente es el caso de Francisco de Ávila quien tomó restos de antiguas historias y mitos y los transcribió en tal idioma. Se ven muy auténticos a pesar de la obsesión de este gran extirpador de idolatrías. Pero sus informantes no se sentían libres ante este inquisidor y a menudo enlazaban una leyenda con alguna enseñanza cristiana. Por lo demás, diferentes cronistas dan versiones históricas del mundo peruano antiguo que poco se diferencian entre sí, a veces sólo en detalle. Mucho depende de la “nacionalidad” del informante; hay versiones cuzqueñas, como las de Garcilaso; de los Yarovilcas, como las de Guamán Poma; las del norte costeño, como las de Cabello de Valboa; del norte andino como las de Blas Valera, y así sucesivamente. Los quipucamayos que pudieron entrevistar los españoles fueron de diversas procedencias como lo fueron los que simplemente sabían narrar historias de sus ancestros míticos.

Hubo incipiente teatro que recién nacía, no muy separado de los bailes y cantos que acompañaban las celebraciones comunales o imperiales. Había pantomima religiosa, militar y cómica. Los sacerdotes hablaban con las huacas y eran intermediarios entre estas y el pueblo; usaban vestidos especiales y mascaras de variados significados. El Padre Arriaga escribe de tres fiestas al año, la principal que llaman:

"Onco y mitta, que es cuando aparecen las siete cabrillas que llaman
Oncoy las cuales adoran porque no se les sequen los maíces;
la otra es al principio de las aguas, por Navidad o poco después, y esta suele
ser al trueno y al rayo porque envíe lluvias; la otra suele ser cuando
cogen el maíz, que llaman Ayrihuamita, porque bailan el baile de
Ayrihua. En todas ellas hay ayunos y confesiones y, acabadas, beben,
bailan y cantan, y danzan, y las mujeres tocan sus tamborines, y
todos los tienen, y unas cantan y otras responden; los hombres suelen
tocar otros instrumentos que llaman succhas, pónense unas cabezas
de venados que llaman guaucu, y de estos instrumentos y cuernos
tienen muy grande provisión, y todo se quema el día de las exhibiciones.

Cuando cantan estos cantares, que son de muchos disparates de sus
antiguallas, invocan el nombre de la huaca, alzando la voz, diciendo
un verso solo o levantan las manos, o dan una vuelta alderredor,
conforme el uso de la tierra, y el modo ordinario es no pronunciar de
una vez el nombre de la huaca, sino entre sílaba y sílaba interpolar
la voz sin articular sílaba ninguna. En estos actos se ponen los mejores
vestidos de cumbi que tienen y en la cabeza unas como medias lunas
de plata que llaman chacrahinca y otras que llaman huama, y
unas patenas redondas que llaman tincurpa, y camisetas con chaperías
de plata, y unas huaracas con botones de plata y plumas de diversos
colores de huacamayas, y unos alzacuellos de plumas que llaman
huacras, y en otras partes tamta, y todos estos ornamentos los
guardan para este efecto."

Esta descripción corresponde a un preludio de teatro. Igualmente el cronista indio Juan de Santacruz Pachacuti Yamqui describe simulacros de batallas "a manera de comedias" y Sarmiento de Gamboa explica una ceremonia de guerra en el Cuzco que es, en forma similar al ejemplo anterior, un inicio de teatro:

"El triunfo era de esta manera: Llevaban la gente de guerra en orden
por sus escuadras, lo mas bien aderezados que les era posible, con muchas
danzas y cantares, y los cautivos presos, los ojos en el suelo, vestidos
con unas ropas largas con muchas borlas; y entraban por las calles
del pueblo, que para esto estaban muy bien aderezadas. Iban
representando las victorias y batallas de que triunfaban. Y en llegando a
la Casa del Sol e echaban en el suelo los despojos y prisioneros, y el inga
pasaba sobre ellos pisándolos y diciendo: 'A mis enemigos piso'. Y
estaban los presos callando sin alzar los ojos. Y este orden guardaban en
todos los triunfos".

Estos espectáculos se presentaban en la plaza pública o en espacios especiales más amplios. Garcilaso escribe de comedias y tragedias que se representaban en la corte pero no hay pruebas mayores en él o en otras crónicas. No hay ejemplos con qué ilustrar lo que dice Garcilaso y debemos conformarnos con los himnos religiosos, con las danzas, con las rondas de agricultura y con los simulacros de batallas.

Orientación Bibliográfica


Comencemos con una anécdota que Washington Delgado nos transcribe: ‘Contaba el maestro Porras que Ventura García Calderón, uno de los miembros más conspicuos del movimiento arielista encabezado por Riva Agiiero, cuando fue encargado por el gobierno del general Benavides de publicar una biblioteca básica de la literatura peruana, tenia ciertas dudas de cómo iniciarla y habiéndose encontrado con Porras, gran conocedor de las crónicas, le preguntó si debía dedicar el primer tomo al Inca Garcilaso o a un cronista anterior; Porras entonces le preguntó: Por qué no comienza Ud. con un volumen de poesía quechua? Ventura García Calderón lo miró asombrado y le preguntó a su vez: ¿Pero existe una poesía quechua? y para aumentar su asombro, Porras le respondió: Claro que sí, encargue usted a Basadre que prepare una antología.

Basadre hizo efectivamente el primer volumen de la Biblioteca Peruana de Cultura que, hasta ahora, es una antología ejemplar de la poesía quechua prehispánica y folklórica". Este libro de Basadre, de 1938, como es natural, ya ha sido ampliado por otros estudiosos que, además, conocen el quechua.

La abundancia, variedad y el entusiasmo con que se vivía la poesía quechua, aymara y otras se aprecia en la crónica de Guamán Poma de Ayala, en sus descripciones de celebraciones oficiales y populares.

Jesús Lara tiene varios libros de estudio y recopilaciones, tanto de la literatura clásica como de la más reciente; La Literatura de los Quechuas Ensayo y Antología es un buen texto general. Teodoro Meneses y José María Arguedas tienen traducciones de poesía quechua de gran calidad. La Epica Incaica de Mario Florián es una erudita explicación de toda la poesía épica que incluye textos clasificados por unidades temáticas. Henrique Urbano hace un estudio, muy al día, de los ciclos míticos andinos que completa con una selección de ellos. Poesía de los Incas, 1947, de Leopoldo Vidal Martínez es un magnifico estudio.

Edmundo Bendezú aprovecha de toda la bibliografía clásica en Literatura Quechua, 1980, que es una extensa antología con revisión de traducciones, incluyendo algunas suyas; contiene, además, bibliografía muy completa y una cronología de los hechos mas importantes relacionados con la cultura quechua, que va desde las épocas remotas hasta 1979. José María Arguedas ha escrito diversos ensayos y ha recogido riquísimo material de primera mano. Trabajos como los de Torero, Pease, Ossio y Urbano, muestran que nuestra mas antigua literatura es inagotable para el investigador o para el que desee simplemente gozar de ella. Diversas universidades y diferentes institutos auspician recopilaciones de tan vasto material que es, todavía, felizmente, recuperable. Ahora, por lo tanto, el que desea enterarse de esta literatura no necesita hurgar en las crónicas que, hasta hace unas décadas, eran casi nuestras fuentes para conocer los antiguos textos peruanos. Los nuevos estudios parten de las crónicas y se completan con los numerosos trabajos que existen sobre literatura popular y folklórica.

POESÍA


En principio la poesía quechua no se presentaba como un ordenamiento de palabras Solamente. Formaba una unidad con la música, así, los versos se acompañaban con la quena, la antara, el pincuyo, el pututu o la tinya, y con gran frecuencia esta poesía iba unida también al baile, a la danza. No había reglas literarias que la rigiesen, no mostraba un metro o ritmo como en la poesía castellana. Sus frases eran cortas, sencillas, y sus unidades se repetían con frecuencia que parecía monótona a los desacostumbrados oídos de los españoles.

Las diferentes denominaciones de los cantos dan una idea de su riqueza y variedad. Existió la Qhaswa que era canto y danza de alegría: el Aranway, poesía humorística, muy parecida a la fabula pero sin moraleja; el Wanka era una elegía, un lamento por la desaparición de los seres queridos; el Haylli un himno que ensalzaba a los dioses, o a los héroes, o a la siembra, o cosecha; el Taqui, que "significa todo junto, baile y cantar" según nos dice el cronista Cobo, expresaba cualquier emoción o sentimiento, y se celebraba en las plazas públicas, en ciertas solemnidades y con la presencia de los sacerdotes; el Ayataqui era un canto de la muerte; el Aymoray un ruego para pedir mejores cosechas a los dioses tutelares; el Wawaki era un canto dialogado, un estribillo, ofrecido a la Luna y que se escuchaba en apocas en que había que cuidar las sementeras de los animales dañinos; el Huayñu juntaba la música, la poesía y la danza para interpretar la naturaleza; el Haraui, de significado lírico bastante elusivo, era canto del amor, del amor triste, del dolor, de la separación.

La poesía era patrimonio tanto del pueblo como de los sacerdotes y los acompañaba en sus faenas agrícolas, en sus juegos, en sus celebraciones religiosas y en las guerras. Algunos cronistas describen como cantaban los campesinos durante el arado, uno dando el tono con un golpe en la tierra y los otros repitiendo el canto y el golpe al mismo compas. Estos cantos eran muy alegres. De los cantos tristes el cronista Bernabé Cobo nos cuenta:

"Celebraban las obsequias acompañando al muerto sus parientes y amigos hasta la sepultura con cantares lúgubres, bailes y borracheras, que duraban tanto o más tiempo cuanto era mayor la calidad del difunto. En los cantares repetían y traían a la memoria las hazañas y cosas más memorables que sabían dél; contaban los lugares donde habían vivido, las buenas obras que les había hecho, con cuanto podía ser motivo de compasión y llanto".

De esta poesía clásica antigua daremos los ejemplos que nos parecen más auténticos.

NARRATIVA


Los cronistas recogieron diferentes mitos y leyendas que sustentaban la historia de los incas y de otros pueblos anteriores o contemporáneos de ellos. Los cronistas los escucharon generalmente en el idioma indígena y los transcribieron en castellano. Así, Garcilaso, por ejemplo, oyó de su tío materno la versión cuzqueña del origen de los incas; años después, en España, la recordaba para incluirla en sus Comentarios Reales; la oyó y la recordó en quechua clásico pero la transcribió en castellano. Betanzos y Santacruz Pachacuti sabían quechua; Betanzos era un traductor conocido en el Cuzco, un lingüista; Santacruz Pachacuti era un indio puro que escribió en castellano una crónica que incluye varios poemas en quechua. Otros cronistas recibieron versiones en castellano de indios que apenas hablaban el nuevo idioma; en estos casos los cronistas redondeaban el texto con el producto de su propia imaginación. Otro es el caso de Dioses y Hombres de Huarochirí, libro de narraciones recogidas en quechua alrededor de 1598 por el padre Francisco de Ávila. A pesar de que los informantes ponían algunas palabras castellanas, en sus versiones se siente la pureza, el sabor del relato primitivo.

Escogemos diversos textos que son de indudable origen antiguo, precolombino. Muchos de estos corresponden a los ciclos épicos ya explicados y fueron cantados con ayuda de la música y de los quipus, pero estos ciclos épicos nos han llegado en prosa, como historia, como fábulas, como cuentos, y por esta razón los incluimos dentro de la narrativa junto con otros textos que han debido ser narrados siempre en prosa, aparte de que los mismos ciclos épicos rápidamente dejaron de ser cantos y se trasmitieron como cuentos orales de estructura prosaica. El primero que seleccionamos se conserva aún en quechua, tal como lo recogió Francisco de Ávila. El de Garcilaso lo escuchó el Inca de boca de su pariente materno, del "más anciano", cuando el cronista tenía 16 ó 17 años. "Inca, tío, pues no hay escritura entre vosotros, que es la que guarda la memoria de las cosas pasadas ¿qué noticia tenéis del origen de nuestros Reyes?” El tío respondió "Sobrino, yo te las diré de muy buena gana; a ti te conviene oírlas y guardarlas en el corazón (es frasis dellos por dezir en la memoria)". La historia que narra Garcilaso la habla oído muchas veces. Betanzos y Santacruz Pachacuti oyeron sus textos en quechua y los pusieron en castellano; ambos sabían los dos idiomas. Sarmiento de Gamboa oyó la historia que escogemos, la hizo traducir y la escribió; después ordenó retraducirla a quechua para que los quipucamayos indios hicieran las correcciones debidas. El Padre Giovanni Oliva oyó la historia de su crónica de boca del quipucamayo Catari... Y así sucesivamente.

Las selecciones provienen de los diversos cronistas y de dos recopilaciones realizadas en el presente siglo. Para los llamados ciclos míticos hemos aprovechado la ordenación de Henrique Urbano en Wiracocha y Ayar, héroes y funciones en las sociedades andinas.

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* Se publica con la autorización de Humberto Damonte (Editorial Horizonte) y María Cristina Rodríguez Vda. de Carrillo.

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