martes, 6 de marzo de 2012

POESÍA Y PROSA QUECHUA


PROLOGO DE JOSÉ MARÍA ARGUEDAS
SELECCIÓN DE FRANCISCO CARRILLO
Segunda edición. Lima, 1968.

PROLOGO
LA POESÍA
Es muy escasa la poesía incaica que alcanzaron a recoger algunos de los cronistas. Y, excepto Guamán Poma de Ayala, los otros, Cristóbal de Molina y Santa Cruz Pachacuti, ofrecen muestras únicamente de la poesía imperial religiosa. Además, como podrá apreciarse en esta antología, uno y otro trasmiten casi los mismos himnos. Guamán Poma por estar mucho más vinculado con la vida de la gente común y por el propósito mismo de la inmensa obra que escribió, tuvo interés en dejar constancia de los cantos con que el pueblo realizaba sus faenas, celebraba sus fiestas, comentaba los acontecimientos tristes o triunfales de la comunidad o de sus miembros individuales. Gracias a la obra de Guamán Poma podemos diferenciar con relativa claridad la poesía religiosa incaica de la provincial profana y descubrir en la poesía posthispánica de ambos géneros huellas o influencias de la poesía antigua quechua.
El libro “Dioses y Hombres de Huarochirí”, recientemente publicado por el Museo Nacional de Historia y el Instituto de Estudios Peruanos, libro que contiene la narración y descripción en lengua quechua de los mitos, dioses y culto a los dioses del pueblo de Huarochirí en la antigüedad, demuestra cómo la poesía, la danza y el canto constituían, tanto como los sacrificios, los medios de relación entre los dioses y los hombres. El libro a que nos referimos tiene la importancia excepcional de haber sido escrito en quechua hacia fines del siglo XVI y, aunque, desventuradamente, no transcribe la letra de los cantos e himnos religiosos, ni describe las danzas con detalles suficientes, porque quienes la recopilaron no tuvieron interés en este aspecto de la cultura del Perú antiguo, de todos modos, ofrece detalles muy elocuentes acerca de cómo todas las fiestas se celebraban con himnos y cantos y de como se entablaban competencias entre los héroes en el arte de cantar como una forma de demostrar mayor valer y sabiduría y de ganar prestigio y poder.
En la selección de poesía prehispánica que contiene el presente libro podrá el lector apreciar y sentir hasta qué punto la poesía religiosa quechua colonial cambia de sentido en relación con la prehispánica, en tanto que las muestras de la poesía folklórica conservan, en algunos géneros, el mismo estilo y contenido que las antiguas. La explicación nos parece posible y clara: la poesía colonial religiosa quechua fue escrita por misioneros católicos doctos o por sus auxiliares; la folklórica, la poesía oral, siguió siendo la expresión directa del pueblo dominado que, por el aislamiento social en que fue mantenido desde la invasión española, mantuvo cierta continuidad en su concepción del mundo y, por los mismo, en el estilo con que expresa artísticamente esta concepción que modela gran parte de su conducta.
La canción “Chanca, voy ganando”, transcrita por Guamán Poma, que es una cachua de la región chanka, tiene por ejemplo, una sorprendente identidad con los actuales cantos quechuas de cosecha y de marcación del ganado, especialmente con los que fueron publicados en el primer número de la revista “Folklore Americano”, de los cuales se publican dos en este libro. En cambio, la poesía colonial quechua católica sustituye la relación de gratitud y regocijo con los dioses que expresan los himnos antiguos, con el temor, la humildad absoluta, el terror, el casi incurable sentimiento de culpa. Ambos períodos tan distintos tienen, sin embargo, un alto nivel artístico.
En general, la poesía oral quechua posthispánica mantiene los mismos géneros que la prehispánica: himnos religiosos, canciones de ausencia (harawi), cantos épicos relativos al trabajo.  Podrá el lector comparar, como ya lo dijimos, ambos períodos y descubrirá que el capítulo de los cantos de ausencia y de amor son más abundantes en la muestra de la poesía actual. La razón es obvia: el sentimiento de desarraigo es uno de los más profundos en el pueblo de habla quechua y no es exclusivo de la población india monolingüe sino, y frecuentemente, más intenso, en el mestizo. Los cantos de dolor y de ausencia mestizos son mucho más entrañables y terribles. El mestizo sufría el menosprecio del criollo y del indio. Uno de los remedios para ese mal era la fuga del pueblo nativo. Y la herida que causaba esta huida forzada y cruel es más desgarradora, más necesitada de expresiones violentas que el comunal y casi épico –y, para interpretarlo con un término impropio pero muy expresivo, el racial- sentimiento de opresión, no exento de compensación, del indio, que el mestizo no siente. En este libro puede el lector comparar los cantos “Celso Medina” y “Convertido en mariposa”, mestizos, con “El fuego que he prendido” y “Un picaflor errante”, indios.
La poesía escrita actual, representada en este libro por dos autores, es todavía muy breve. Sin embargo, también ella sigue el mismo curso que los principales géneros de la poesía oral; o son cantos de ausencia y de dolor en los que parece participar el mundo mismo –“Puma” y “Yanallaypaq”, de Alencastre- o son verdaderos hayllis, himnos triunfales, como “Illimani” del mismo Alencastre, y “Oda al Jet”, del autor de estas líneas. En los dos himnos, el contenido no refleja una concepción muy occidentalizada del mundo y de las cosas que debiera corresponder a sus respectivos autores que son, ambos, profesores universitarios, sino una visión muy indígena, podría decirse “vernacular”, para utilizar nuevamente, un término bastante impropio pero muy expresivo si se recuerda la terminología nacional para nombrar ciertos fenómenos culturales peruanos. Ambos autores, al escribir poesía épica, se confunden o intentan y logran confundirse con el ánimo, con el ethos, con la simiente misma de la población monolingüe quechua, sin dejar, por supuesto, de hablar a través de su experiencia personal. Así en “Illimani”, a través de un cuarteto, Alencastre interpreta la teoría completa del indio de Canas acerca del mundo y de las cosas: en la entraña del apu –la montaña dios están el wahi, el khuya, y el inqa de cuanto existe, es decir la veta mineral de la que fueron hechos, el doble o molde amante de cada cosa y el inka, el modelo perfecto hacia el cual se encaminan todas las cosas; al mismo tiempo, el poeta expone su propia profecía, muy indigenista, acerca de cómo se ha de resolver la división entre dominados y dominadores en que ahora la humanidad se debate.
A pesar de su escasa bibliografía, la poesía escrita quechua actual, ofrece una fuente muy rica para el estudio de la expresión artística en esta lengua.

LA PROSA
Con acertado criterio, el Dr. Francisco Carrillo, poeta y excelente profesor de literatura peruana, ha considerado en esta selección únicamente la traducción castellana de la prosa originalmente escrita en quechua. Francisco Carrillo, quien permitió algunas sugerencias de parte nuestra, tanto para la selección de la poesía como para de la prosa, demuestra, creo que por primera vez, que no existen prosistas en la lengua quechua. En la presente selección sólo figura un autor colonial, el religioso y extirpador de idolatrías, Dr. Francisco de Avila y el autor de estas líneas que figura en esta antología. La poesía, aunque dispersa, es mucho más abundante. El lector ingresará a través de la prosa quechua en un universo indio casi puro: catorce fábulas recogidas en la lengua original y traducidas por Adolfo Vienrich, siete mitos y cuentos traducidos por mi, y estas veintiún muestras de la literatura oral quechua, frente a un denso sermón de Avila, constituyen la selección que se ofrece en este libro. El autor principal, es, pues, el indio del Perú.
Todo el corazón y el pensamiento del pueblo quechua están en estas veintiún muestras y la voz solemne, aterradora y tierna de don Francisco de Avila, estéril en cuanto a lo religioso y de repercusiones encarnizadas en cuanto a causar espanto y sentimiento de culpa, de este terrible orador sagrado quechua e implacable extirpador de idolatrías: “Y entonces ¿quién no temblará? Dice, anunciando el juicio final, sobre la cual figura un himno igualmente espantable en este libro- y continúa: ¿Quién no temblará? ¿Quién estará seguro? ¿Quién podrá huir ¿Dónde se esconderá? Al final del libro oirá  en cambio, el lector, la voz de un pongo serrano, de un siervo que, en alianza con el gran padre San Francisco y los ángeles de la gloria, castigan eternamente, como lo predicaba Avila, pero no al indio monolingüe siervo o al relativamente libre, a quien van dedicados los sermones de Avila, sino al patrón, al terrateniente cruel e insensible al dolor de sus esclavos.
Así, este pequeño libro puede, creemos, figurar como la muestra más completa de la poesía y prosa quechua, en cuyas páginas el lector de todos los niveles podrá encontrar, al mismo tiempo, la más completa expresión del universo quechua, desde cómo fue en la época prehispánica hasta cómo es en la época actual, pasando por los períodos “formativos” cruciales, tales como la colonia y el llanto de la época de las luchas por la libertad republicana, que poco significó para el pueblo quechua, hasta el período actual en que la gran masa, que aún habla solo la lengua de los Incas, se agita y se levanta a caminar, indeteniblemente, por la poéticamente anunciada senda de la liberación real y, por tanto, de su integración al mundo moderno. Del fecundo infierno a la gloria de la plenitud de la vida humana.
José María Arguedas.